Recuerdo del día en que Andrés Nicolás D'Alessandro se llenó el pie de gol y los pulmones de felicidad jugando para River Plate en la Bombonera
- Equívocamente el contexto
sociocultural actual en el que vivimos los argentinos y los ciudadanos latinoamericanos
en general, y que naturalmente envuelve al Fútbol Argentino, admite acciones
como insultar desmedidamente, realizar acusaciones provocativas o bromas
xenófobas y de humor negro (sentí la indirecta, Osvaldo) dentro del campo de
juego, abusar del juego brusco y agredir físicamente con el objetivo primario
de lastimar y lesionar al oponente, o intentar sacar ventaja deportiva sucia y
desleal por parte de los futbolistas para con sus colegas rivales, como parte del
“Folklore del Fútbol Argentino”. Lamentablemente este repudiable
accionar también ha sido en alguna ocasión perpretado por protagonistas del
glorioso Club Atlético River Plate. La cosmovisión futbolística que tenemos
todos los integrantes de Expediente
River entorno a esta cuestión entiende, por ejemplo, que besarse la
camiseta tras convertir un gol importante como sanas y sinceras manifestaciones
de amor y lealtad por los colores que conforman el verdadero Folklore de
nuestro fútbol. Lamentablemente en la actualidad besarse la casaca ante la fija
y shokeada mirada de los adversarios o directamente sacársela y revolearla con
una locura galopante, es sancionada con amonestación o incluso con expulsión.
Claramente desde este humilde sitio queremos reivindicar ese acto sublime e
incomparable de contacto pasional entre los labios del goleador y el manto
sagrado que lo uniforma mientras los soldados malheridos del ejército rival fijan
su mirada en un verde césped que ahora parece teñirse de dorado, porque ha sido
bañado de gloria ajena. Ni hablar de los miles que atónitos le hacen culto al
silencio en las sepulcrales tribunas del bando derrotado o los millones que
observan los sucesos por televisión u otros medios, mientras blasfemamente maldicen
el día en que juraron amor eterno por un estilo de vida gobernado por un esférico
que manipula nuestras vidas. ¿Acaso existe algo más lindo que el retrato del
héroe que fue a campo enemigo y tras lograr la hazaña de vencer a pesar de la
adversidad les enrostra a los caídos los colores del triunfo? Pues nosotros sentimos
que no. Por consecuente, en esta ocasión venimos a recordar un hecho de esta índole
sucedido hace trece largos años cuando un joven y talentoso D’Alessandro,
hombre que recientemente retornó al “club de sus amores” en busca de redención,
rindió homenaje al folclore nacional y a la vida misma besando la camiseta de
River Plate en la Bombonera tras un auténtico golazo. Yes, D’Alessandro yes.
Un joven y explosivo D'Alessandro cambia de velocidad y deja atrás a su marcador, quien lo persigue sin éxito
El 1 de junio de 2003 el River del Ingeniero Manuel Pellegrini visitó al Boca de Carlos Bianchi en el encuentro
correspondiente a la Fecha Nº14 del Torneo Clausura de dicho año. Aquella edición
del Superclásico Mundial se disputó en un Estadio Alberto José Armando colmado por
miles de hinchas Millonarios que le realizaron una impresionante y recordada
bienvenida al elenco de Núñez, que por consecuente pareció ser más local en la
Bombonera que el mismísimo equipo xeneize. A los 10 minutos del primer tiempo Esteban
Fuertes realizó una estupenda jugada en el área rival donde le traslado la
pelota a Claudio Husain, éste asistió al siempre bien ubicado Eduardo ‘El
Chacho’ Coudet que recibió, eludió a tres defensores boquenses y tocó atrás para
que de primera, Andrés Nicolás D’Alessandro conectase el esférico con un
tremendo zurdazo que le rompió el arco al Pato Abbondanzieri y estableció la
ventaja parcial. Inmediatamente tras convertir su
gol, el 10 rojiblanco salió gritando disparado hacia la tribuna donde se
encontraba la eufórica parcialidad visitante colmando las bandejas media y
alta, para dedicarle el tanto a ellos y besarse la legendaria camiseta de River
en medio de una Bombonera atónitamente enmudecida. Luego, tras el abrazo con
sus compañeros, dirigió la mirada nuevamente a la gente de River y repitió el
beso a la casaca para después dar media vuelta y regresar a la mitad del campo
de juego. Lamentablemente a pesar de la
victoria transitoria del conjunto de Leonardo Astrada por dos tantos contra
cero (D’Alessandro a los 10’ y Cavenaghi a los 39’), dos goles de Guillermo
Barros Schelotto establecieron el empate 2-2 final. De cualquier manera el
título quedó en manos del Más Grande al obtener 43 puntos en 19 fechas; Cuatro
más que el subcampeón, Boca Juniors. De aquel olvidable empate con
sabor a derrota únicamente podemos destacar la magnífica actuación de un joven e
inspirado D’Alessandro que desde el inicio del match se transformó en el dolor
de cabeza más grande de toda la defensa xeneize, especialmente del rústico Raúl
Cascini, y que tirando La Boba y
demostrando mucho fútbol, despliegue y personalidad, logró convertirse la
figura de River aquella tarde. Una vez obtenido el Torneo Clausura 2003 en
junio de dicho año ‘El Cabezón’ fue vendido al VfL Wolsfburgo en €9.663.800, tras
jugar su última y mejor temporada en el
club de Núñez, donde disputó 40 partidos, marcó 14 goles y se retiró campeón,
con la 10 en la espalda y siendo capitán del equipo.
Aquella fría tarde de junio Andrés D'Alessandro convirtió el primer gol del Superclásico y volvió loca a la defensa xeneize durante los 90 minutos
En épocas donde se le daba dos bandejas a los visitantes Boca ponía el estadio y River la fiesta, pajarito
Gol de Andrés D'Alessandro a Boca Juniors correspondiente al Torneo Clausura 2003
En toda su carrera D'Alessandro enfrentó 7 veces a Boca Juniors: Ganó 4, empató 2, perdió 1 y le marcó un gol jugando en la Bombonera
A pesar de su buen rendimiento en
el VfL Wolfsburgo alemán donde en 71 encuentros anotó 10 tantos y realizó 19
asistencias, el por entonces mediapunta de la Selección Argentina fue
transferido al Portsmouth FC inglés donde no tuvo continuidad, luego pasó al Real
Zaragoza de España, más tarde dejó Europa y regresó a la Argentina pero curiosamente
para vestir la camiseta de San Lorenzo de Almagro y finalmente pasó a Internacional
de Porto Alegre a mediados de 2008, donde jugó más de siete años y rápidamente se
convirtió en capitán, ídolo absoluto y figura indiscutida ganadora de 11
títulos (6 estatales y 4 internacionales entre los que se destacan la Copa
Sudamericana 2008, la Copa Suruga Bank 2009, la Copa Libertadores de América
2010 y la Recopa Sudamericana 2011). Tuvieron que pasar casi trece años para
que Andrés Nicolás D’Alessandro, uno de los tantos talentos surgidos en la
legendaria cantera Riverplatense, retornase a la institución que lo acobijó
desde pequeño y lo formó como futbolista y principalmente como ser humano.
Seguramente esta inesperada llegada
de Andrés le provoque a muchos una enorme felicidad, e incluso emoción, por el
hecho de ver a otro hijo pródigo del club buscando (re)triunfar en su lugar de
origen. Pero la realidad indica que los millones que componemos la gran masa de
hinchas de River a lo largo y ancho del mundo no experimentamos las mismas
sensaciones de aquella minoría mencionada. Para muchos de nosotros es
complicado aceptar que ex referentes, porque evidentemente la palabra “ídolo”
está a años de luz de definir y caracterizar a este tipo de personajes, vuelvan
al CARP en una situación tan cómoda, gloriosa y prometedora a futuro como la
que dejaron ellos al momento de partir. Este maravilloso presente no se construyó
de la noche a la mañana y mucho menos con el sudor de todos los que en la
actualidad regresan para recibir un inmerecido aplauso por parte de los que más
sufrimos en épocas de vacas flacas, los hinchas. Fue el arduo y constante trabajo
de cientos de personas que genuinamente aman y viven por y para River, el que logró
esta inmejorable realidad que años atrás, parecía una auténtica utopía. El
profesionalismo y dedicación con el que se manejaron los planteles y cuerpos
técnicos desde el ascenso a la actualidad, la excelente gestión de Rodolfo D’Onofrio
y compañía, naturalmente el apoyo y participación constante de los más de 124.000
socios y el aliento de los más de 18 millones de hinchas y el compromiso a
pesar de la adversidad que tuvieron casos puntuales como Marcelo Gallardo,
Matías Almeyda, Fernando Cavenaghi, Alejandro Domínguez, David Trezeguet, Leonardo Ponzio y
Ariel Ortega, fueron los pilares que levantaron institucional y deportivamente a
un gigante que en la actualidad se jacta de ser el campeón vigente de la Copa
Libertadores de América y el flamante subcampeón Mundial de Clubes ante el FC Barcelona
de Lionel Messi en Yokohama. Porque si, de la mano del Muñeco volvimos a Japón.
Dejando
un poco de lado la generalidad de los casos y el análisis de los demás
traidores, al momento de tocar el delicado tema Andrés D’Alessandro, tal y como
señaló Ariel Cristófalo en su columna de opinión para La Página Millonaria, el
que esté libre de haber puteado cuando firmó con San Lorenzo y no con River,
cuando fue a Inter y no a River, cuando renovó con Inter y no fue a River, cuando
renovó con Inter y no fue a River y cuando renovó con Inter y no fue a River,
que tire la primera piedra. El que no se ilusionó en vano tantas veces con declaraciones
sacadas de contexto, con intentos tribuneros de –gracias a Dios- viejas
dirigencias Millonarias, que arroje la segunda. Y que lance la tercera el que
no se haya disfrazado de tachero para repetir los hits “Son todos mercenarios,
solo les importa la guita” o “Acá te matamos el hambre, no sean desagradecidos”.
Pero con tal de que el tipo tire La Boba una vez más y aporte su amplia cuota de goles y jerarquía para que
River gane y salga campeón, todos preferimos aplaudir y meternos el orgullo y el recelo en
los bolsillos. Porque primero somos hinchas de
River, después seres egoístas que amamos tener la razón y afirmar erróneamente que
predijimos eso que era obvio que sucedería. Porque inclusive nosotros los que
miramos de reojo los retornos de Pablo Aimar, Javier Saviola, Luis González y
ahora de Andrés D’Alessandro, sabemos que cuando lo tipos se ponen nuestra
camiseta inmediatamente cuentan con nuestro apoyo por ser los representantes de
la institución en el verde césped, y anhelamos a cada segundo que Dios los
ilumine para que tengan el mejor nivel de sus carreras mientras defiendan La
Banda Roja. Bienvenido nuevamente al club, Cabezón. Tenes la inmejorable
oportunidad que otros no pudieron tener de limpiar en algún punto la fea imagen
que vos solito te ganaste en el último tiempo. Claramente no llegarás nunca a
ser ídolo, pero permitite a vos mismo devolverle algo al club y a la gente que
tanto te dio para que cuando en el futuro vuelvas al Monumental simplemente en
calidad de espectador, el público te pueda ovacionar merecidamente por tu
exitosa segunda etapa en River Plate. ¡D'Ale River, D'Ale!
Hola
ResponderEliminarEl Dt en ese torneo fue Manuel Pellegrini
Gracias por el aporte, la corrección ya fue realizada. Saludos!
EliminarY en el último Superclásico en ese "estadio" ya experimentado y con años encima igual se los paseó a los pimienteros y al yogurísimo del pueblo. ¡Grande Cabezón!
ResponderEliminar